Sinopsis del libro "Eres libre así que, ¡VUELA!"
- Lizeth Behrendt

- hace 12 minutos
- 6 Min. de lectura
Libro de Liz Soto Rivas, fundadora de Latinas en Alemania.

De la Autora
Escribí Eres libre, ¡así que vuela! para todas las mujeres que, como yo, un día dejaron atrás su tierra y descubrieron que la migración no solo se vive en kilómetros, sino en el alma. Lo escribí como una amiga que dice: “No estás sola”. Este libro nació del deseo de transformar la soledad en comunidad y de recordar que el vuelo más importante no es el que nos lleva lejos, sino el que nos devuelve a nosotras mismas.
Resumen
Mi nombre es Liz Soto Rivas. Nací en Durango, México, y desde muy joven sentí que el mundo era demasiado grande como para quedarme quieta. Siempre me intrigó lo diferente, lo desconocido, lo que estaba del otro lado del mapa. Hoy vivo en Berlín, Alemania, y cuando miro hacia atrás veo que cada migración - cada caída y cada renacimiento - me fue preparando para escribir este libro.
Eres libre, ¡así que vuela! no es un manual ni una autobiografía clásica. Es una conversación con la vida, un abrazo hacia las mujeres que atraviesan procesos de cambio, desarraigo y reconstrucción. Hablo desde mis propias cicatrices y desde la fuerza que descubrí al compartirlas.
Quise que fuera un libro que se sintiera como una charla entre amigas, sin filtros. Un espacio donde la vulnerabilidad no sea debilidad, sino un puente.
Mi historia y el llamado de lo diferente
Desde niña me sentí atraída por lo distinto. En Durango, cuando tenía apenas dieciséis años, viví mi primer encuentro con “lo extranjero”: un chico estadounidense llamado París. Aquella relación adolescente me enseñó, más allá del romance, el valor de elegirme a mí misma. Cuando lo defendí en mi mal inglés y le dije “If you believe them, you can leave”, sin saberlo estaba proclamando mi voz.
Esa anécdota, que podría parecer menor, fue mi primer acto de libertad. Años después entendí que migrar, como amar, empieza cuando te atreves a ser fiel a quien eres. Por eso el libro abre con ejercicios para reconectar con nuestra niña interior: porque ella sigue siendo la brújula de todo viaje.
Primera migración: la heroína cansada de salvar
Mi primera gran migración fue a Boston, en 2009. Llegué como au pair, buscando estar cerca de ese amor de juventud y, sin darme cuenta, buscando también redención. Quería “salvarlo”, como si el amor se midiera en sacrificios. Es donde hablo del síndrome de la heroína: ese impulso femenino de poner el alma usualmente sobre tu amor propio.
Pronto descubrí que migrar no era solo cambiar de país, sino de piel. Pasé de ser la comunicadora segura y creativa a limpiar casas y cuidar niños sin entender del todo el idioma. Perdí el estatus, la rutina, el nombre. Pero gané algo que no imaginaba: humildad. Aprendí que la dignidad no está en lo que haces, sino en cómo lo haces.
Las primeras semanas fueron durísimas. Bajé varios kilos porque me daba vergüenza comer, y lloraba por sentirme vulnerable. A eso después supe que se le llama duelo migratorio, pero en aquel entonces no tenía nombre: solo un nudo en el pecho.
Con el tiempo encontré amigas que se convirtieron en mi familia elegida. Gracias a ellas descubrí una verdad que hoy repito en cada charla: migrar se hace sola, pero se sobrevive acompañada.
Boston me enseñó que cada caída puede ser una escuela. Que cuando te sientes perdida, también te estás encontrando.
Segunda migración: amor, identidad y comunidad
Años después, el destino me llevó a Alemania. En un viaje a Nueva York conocí a Alex, un chico alemán que más tarde se convertiría en mi compañero. No fue una historia de película, sino de consciencia. No me mudé para seguirlo; decidí migrar por mí. Quería experimentar otro tipo de estabilidad, una que naciera del amor pero también del propósito.
Llegué a Berlín con una maleta llena de ilusiones y me encontré con una realidad que me desarmó: el idioma, la burocracia, la sensación de no pertenecer. Había pasado de ser independiente en Boston a sentirme torpe y pequeña en Alemania.
La crisis de identidad migrante me golpeó con fuerza. Tenía todo para “estar bien”: pareja, casa, estabilidad. Y, sin embargo, me sentía vacía. Había perdido mi rol, mi reflejo, mi sentido de competencia.
Pero en ese vacío nació algo nuevo: una necesidad profunda de conexión. Empecé a organizar pequeños encuentros con otras mujeres latinas que, como yo, se sentían fuera de lugar. En esos cafés improvisados nació lo que hoy es Latinas en Alemania, una comunidad que reúne a miles de mujeres y que me devolvió el sentido de hogar.
Descubrí que la soledad también puede ser un motor creativo. Que cuando compartimos nuestras heridas, se vuelven cicatrices compartidas. Que sanar juntas es otra forma de amar.
El nacimiento de una comunidad
Latinas en Alemania se convirtió en mi tribu, mi laboratorio de aprendizaje y mi inspiración para escribir este libro. En esos círculos de mujeres vi reflejadas muchas de mis emociones: la nostalgia, el miedo, la rabia, la invisibilización. Pero también vi algo más poderoso: la alegría de encontrarnos.
A través de las historias de otras latinas comprendí que nuestra migración no es solo geográfica, sino emocional y política. En la comunidad hablamos de microagresiones, de racismo, de cómo el acento puede ser una herida y también una bandera. Aprendí que ser latina en Europa es un acto de resistencia: que cada palabra pronunciada con orgullo en español es una forma de decir “aquí estoy”.
De esas conversaciones nació una certeza: la comunidad es una forma de sanación. La sororidad no es un concepto teórico, es la mano que te sostiene cuando sientes que ya no puedes más.
Reconstruirme: amor propio y cuerpo migrante
Después vino la etapa de reconstrucción. Había atravesado la culpa, la pérdida, el miedo, y me di cuenta de que todo camino migrante culmina en la misma pregunta: ¿quién soy ahora?
En ese proceso entendí que el amor propio no es una moda, es un acto político. Aprender a decir “no”, cuidar mi salud mental, reconciliarme con mi cuerpo, fueron pasos esenciales para volver a habitarme.
El cuerpo migrante guarda memorias: el cansancio, la nostalgia, el miedo a no entender. Pero también guarda el poder de renacer. En mi caso, ese renacimiento ocurrió cuando acepté que no necesitaba encajar. Que mi identidad podía ser múltiple, que no tenía que elegir entre ser mexicana o ser de donde estoy: podía ser ambas.
El libro propone ejercicios para acompañar este proceso: escribirle a nuestra niña interior, mapear nuestras redes de apoyo, reconocer los duelos sin vergüenza. Cada capítulo busca poner un espejo donde otras se reconozcan.
Feminismo sin distracciones
Con el tiempo mi activismo encontró una voz más clara. Comprendí que hablar de migración también es hablar de feminismo. No de un feminismo de etiquetas, sino de un feminismo cotidiano, real, el que se practica cuando nos acompañamos sin juicio.
En el capítulo “Feminismo sin distracciones” reflexiono sobre cómo a veces el brillo superficial nos hace olvidar lo esencial: que el feminismo es comunidad, política y acción. Lo que me mueve no es “verse empoderada”, sino estar acompañada.
Honro a las mujeres que vinieron antes, a las que abrieron caminos y también a las que todavía los están trazando en silencio. No hablo de un feminismo perfecto, sino de uno que abrace.
Los recursos del vuelo
En la parte final del libro comparto herramientas prácticas: redes de ayuda emocional, ejercicios de creatividad, recursos espirituales y los 20 mandamientos de la latina migrante. No son mandamientos rígidos, sino recordatorios de amor: agradecer las raíces, dejar de compararse, reír más, pedir ayuda, y nunca olvidar que el vuelo es compartido.
También incluyo recursos creados por nuestra comunidad: chats de apoyo, talleres, espacios de escucha. Porque escribir este libro fue cerrar un ciclo, pero también abrirlo a muchas más historias.
Hoy, cuando digo “Eres libre, ¡así que vuela!”, hablo de todas nosotras: de las que partimos con miedo, de las que regresamos con cicatrices, de las que seguimos buscando hogar en cada palabra.
Migrar me enseñó que la libertad no es un lugar, es una práctica diaria. Que elegirnos a nosotras mismas es el acto más revolucionario.
Mi deseo es que este libro acompañe a quien lo lea como un espejo o simplemente una voz amiga en los días grises. Que recuerde que no hay caída que no contenga vuelo.
Porque, al final, no se trata de ser perfectas: se trata de ser libres. Y cuando una mujer se atreve a volar, inevitablemente inspira a otras a hacerlo también.
Gracias por leer y espero que te interese, si deseas adquirirlo, está disponible en Amazon.









Comentarios